quarta-feira, 16 de fevereiro de 2011

¿y yo a dónde fui?



Estaba todo bien hasta que cogieras mis manos de aquel modo. En aquel momento, en aquel sitio, dónde cualquier acto más allá de la simple conexión rutinera sería considerado mera fantasía de mi parte. Ves demasiado, chica. Ves demasiado. Sientes demasiado. Quieres demasiado. Eres voraz. Pensaste, pero no me dijiste. Me lo dijo otro en vez de ti. Porque a ti te gusta que sea así. Aunque no puedas, aunque nos repitas, a mí, a ti y a nosotros:

No puedo.


Te arrepentirás.
Yo lo sé.


Tampoco yo puedo. No puedo dejar que mis manos sufran por hallazgos que las tuyas no podrán cumplir. No puedo aceptar el mensaje que viene por tus dedos, por tu piel, por tu sangre mientras tú me lo repites: no puedo. Entonces, no podemos. Sin embargo, no podemos. Pero no podemos. Así no podemos.

No debías haber cogido mis manos de aquel modo. Debería ser prohibido a un hombre avanzar sin avanzar, protegido por las reglas, las buenas costumbres, los roles y las prohibiciones todas (no sudes; no palpites; no te sobrepases; no cruces los límites de la cintura o del cuello). Pero ahí estabas, pidiéndome que te acogieras en mi abrazo, en mis cariños, sin que pudiéramos.

Y entonces me miraste en los ojos: oye, espera, no te vas, termines lo que empiezas, ¿qué quieres?


Un-segundo-que-parece-haber-tardado-toda-una-eternidade-y-eso-no-es-un-cliché.


— Ojos color de miel, este color es mío también, mi barquito está listo para partir, Isla Desconocida, ¿Saramago?, pues sí, te he descubierto unas canas, pues sí, son mis compromisos ya sin sentidos, pues sí, te he descubierto tan llena de secretos como tu piel es cubierta de manchitas, pues sí, son herencias de mis otras vidas, pues sí, te he descubierto mujer, te he descubierto hombre,


No puedo.
¿No puedes o no quieres?


El otro me lo dijo claramente: no quiero. No quería y no era. No cogió mis manos, no me miró en los ojos, no me hizo preguntas, solamente me dio la espalda y desapareció entre los grises y las dudas. No lloré, no me entristecí, no lo extrañé. No podía, de hecho, no podía. Fue un paréntesis, una disculpa, una copa de cava ya sin burbujas. Pero tú,

¿No puedes o no quieres?



Empiezo hoy a usar guantes.
Mañana, tal vez, lentes de sol.
No quisiera irme, pero tu permitirás que vaya. Porque no puedes, sigues diciendo, aunque creas que puedas y que eso te genere tanto miedo, tanto miedo.
(Con tu miedo yo no puedo.)

2 comentários:

Lou disse...

huala! me gusta.

Valentina.- disse...

escribes muy bonito! sigue asi :)