quinta-feira, 24 de março de 2011

un cuadro

A la querida amiga Claudia Pimienta,
cuya muerte prematura me rellenó de tristeza y saudade









Y un día estás ahí, terminando de pintar un cuadro, en duda si eliges el lila o el morado – que la gente apresurada siempre dice que da igual, que es como usar sinónimos en poesía, que uno no si da cuenta, que es un preciosismo de artista, que a la vida real poco le importa eso de diferencias sutiles o tonos hermanos –, y entonces estás ahí, terminando de pintar un cuadro, un cuadro que fue costoso de empezar, todas esas mezclas de tintas que olían a recuerdos ni siempre amables, los pinceles novedosos y por veces rebeldes, estás ahí intentando avanzar en las texturas y el lienzo que te pide más y más entrega, y consume más y más tinta, no sabes si te metes entera, si usas acrílico o óleo o pasteles, si todo, si nada, estás ahí delante de esa pintura tan densa y no avanzas, lloras, tienes hambre, quieres dejar todo y salir volando del balcón, te olvidas de las horas, ensucias los dedos de tinta amarilla cuando tu tono interno es azul, ya pareces crear algo nuevo cuando quieres simplemente borrar equívocos, pides perdón al sol por te estar donando tanto a las estrellas en los últimos días, te entregas al mar cuando la temperatura se vuelve más calida, y sigues con los no-dibujos, te sientes compartiendo puros sueños con el lienzo, te deshaces de las medias cuando te pones de rodillas para regalarle a la pintura un efecto de luz, tu propio efecto te afecta, necesitas de música y silencio alternándose vorazmente, ahí estás con tu cuadro, es tuyo y no es, te ves desnuda en él, completamente, totalmente, te ves en los ojos de él, buscas aquel azul que es suyo, sientes el olor de hombre que sales del cuadro, paras la pintura para estar con él durante un rato, mirándole, mirándole, indagándole en silencio por que se va, por que se va justamente cuando, el cuadro también te pregunta: por que te vas si no me has terminado, tu vuelves y lo terminas, terminas una botella de vino, terminas la sed antigua porque ya has encontrado una fuente nueva, y mientras estás ahí, terminando de pintar aquel bendito cuadro, en la duda a veces banal entre el lila y el morado, en la duda a veces crucial entre el dulce o el amargo, estás ahí con las rodillas jodidas, las medias rotas, el cuerpo ardiente del amor hecho recientemente, los dedos sensibles de tanto color, de tanto ardor, los labios llenos de ternuras, oídos en franco aprendizaje de las sonoridades embarazadas y también de las brumosas, entonces estás ahí, terminando el cuadro, es día, hace calor, tienes un poco de frío y no sabes por qué, estás ahí, sintiendo la vida que te brota como flor en tus senos, en tus manos, entre tus piernas, entre tus brazos, pura recreación enamorada del existir, estás ahí


terminando

aquel cuadro

hace calorcito afuera

mantienes las cortinas aún cerradas sin que sepas el por qué

cuando te llega el mensaje.


El cuadro todavía hace sentido, hace mucho sentido, el cuadro eres tú, pero el cuadro que casi está terminado, el cuadro aún inconcluso, la pintura que es tan tuya tiene de incorporar el hecho de que ella, la joven amiga, ya no existe más en ese mundo de las cosas concretas y palpables. Que ella, la joven amiga, tiene que virar luz, tono, color, sombra, brillo, retomar vida otra sob tus pinceles.

¿La muerte es lila, es morada, es negra, es blanca, es acrílica, o se pinta con óleo?
Tus rodillas te joden, tu no te olvidas de la presencia de él en tu cuerpo, no sientes sed ni cansancio, ya no te importa si no hay más blanco, pero es inevitable que ahora las lagrimas se caigan sobre las tintas volviéndolas acuarelas, rellenándolas de esperanza triste.

¿Por que moriste?, preguntas al viento indeciso de irse o de estar y abrazarte. Nadie sabe. Derrumbas un vaso, un suspiro, migajas de pan nuevo, gotas de tinta en el piso. Puro rojo sucio, puro sentimiento neblinoso. Agradeces a ti misma por creer en Díos. Y en el misterio. Y en el amor. Por pintar.

Y entonces pintas el cuadro con mucho más pasión, como si el lienzo fuera tu corazón aturdido, desconcertado, descompuesto, humano, sublime. Tú pintas el cuadro más sincero de tu vida porque lo cargas de verdad, de la verdad de que la vida es noche de amor y mañana de duelo, tarde de calidez y sonoridad, silencio y reflejo, dobles y únicos, contradicciones, la vida es lila y morado todo junto, todo a su vez, un work-in-progress casi siempre terminado.

Casi siempre terminado.
Pero que se termina. Pero que sigue continuando, redundante, petulante, desafiante: la vida y tu cuadro. El cuadro de tu vida. Tú misma delante de la vida y de tu cuadro. Ahí estás.

*

Y un día estás ahí terminando de pintar un cuadro, otro. Y...

sábado, 12 de março de 2011

each other

"E de repente me sentia protegido, você sabe como:
a vida toda, esses pedacinhos desconexos, se armavam de outro jeito fazendo sentido."
(Pequenas Epifanias, Caio Fernando Abreu).

(First scene: Exit of Metro Verdaguer towards Passeig Sant Joan. Sunday afternoon. He reads a book sitting on a garden seat.)


— Excuse me, is it you?
— Sorry?
— Is it you?
— No, definitely I am not. I’m not waiting for someone.

(…)

(Second scene: still at Passeig Sant Joan. Sunday afternoon. She’s sitting next to him on another garden seat. He keeps reading, she writes on a small moleskine).


— Sorry, are you waiting for someone?
— Yes, I am.
— Is he or she coming?
— It’s 'he'.
— Is he coming?
— I don’t know… Actually I thought he was already here.

(…)

(Third scene: Sunday evening. They are still sitting one next to the other one.)


— Listen…
— Yes?
— Let me introduce myself: Pablo.
(She smiles.)
— Hi, Pablo. Nice to meet you. I am Fernanda.
— Portuguese?
— Brazilian. You...?
― I’m from here, I’m Catalan.

They start to chat. They talk about so many things… They find coincidences in their way of thinking, they got excited about their differences, they decide to walk around and share a bottle of wine.


(Fourth scene: another Sunday afternoon. They are sitting together at the same seat at Passeig Sant Joan.)


— You haven't told me yet: who were you waiting for last Sunday?
— For you.

(Silence. Birds are heard nearby).

— So… it was me.
— Yes, but we figure it out just now.
(He smiles.)
— Yes, now we know it.

Then they kiss each other.
They kiss again.
They continue kissing each other.
They remain there, they don’t run away, they don't.


Whatever it is the “great end” of this short story, it doesn't matter. In fact they were especially happy at that moment – and it’s all about that.

It's all about that. Definetely.

sábado, 5 de março de 2011

TARÔ



Aquele dia você me viu de vermelho e logo intuiu que havia algo aí relacionado com amor. Dizem que o amor é lilás, na verdade, que o enamoramento seria róseo e que as paixões e loucuras do desejo oscilam entre o vermelho e o bordô. Importa? Não sei. Aquele dia você me viu, me viu de vermelho, e logo lhe ocorreu a imagem de um caldeirão medieval, comandado por uma bruxa muito sexy, dessas com decote e cinta-liga, misturando uma agressividade animal com uma delicadeza de anjo. Borbulhas, borbulhas, a mistura ferve, e em seguida se acrescentam atitudes masculinas a um ventre feminino. Sangue, muito sangue, sangue humano, sangue de mulher. E unhas, unhas compridas. A mistura borbulha, borbulha, fervente. Enquanto a bruxa sexy cuida de sua poção mágica – pitadas de lucidez, pitadas de Deus, fagulhas, muitas fagulhas –, chega o Homem. Entra discretamente. Homem – cabeça, barba, coração, pênis, pernas, pelos, sêmen, intestinos, inteligência, faro, testosterona, cabelos, pés, mãos, ossos, músculos, força, fé, fome, ternura, compreensão, homem. Ele. O homem arquetípico. O imperador? O sacerdote? O louco? O Homem olha a bruxa – bruxa não no sentido atual e mau, mas principalmente na síntese de Lilith, desafiadora e voraz – e ela se surpreende com a presença do Homem.

O decote é apenas um convite.
O homem não é apenas etéreo: ele tem uma ereção.
Os lábios. Os lábios dela estão vermelhos, tintos, veementes.
As mãos. Dele. As pernas. Dela.
Ventanias nos ventres.
Vozes, gritos, sussurros, músicas.

A mistura ferve, ferve, ferve. Borbulha, borbulha, borbulha.
Algo se passa ali: algo cai no caldeirão. Não se sabe se é suor, se é gozo, se é saliva. De um deles, de ambos.


Aquele dia você me viu de vermelho e intuiu de onde venho, de que sou feita. Aquele dia lhe ocorreu a imagem do encontro da bruxa com o Homem. Aquele dia você riu, um tanto bêbado, um tanto pícaro – indecente, eu diria. Ah, o amor? E gargalhou. Eu vestia vermelho e me alimentava de vinho. Vinho e açúcar, açúcar e espinhos.
Pois é, há aí algo relacionado com amor. Ou com as paixões, o desejo. Tudo ficou evidente naquele dia... Naquele!

sexta-feira, 4 de março de 2011

Mujer Poeta

(Sitges, España)




Perdón, Neruda.
No te he conocido en vida – no organicé tus cartas, no revisé tus poemas, no escuché tu susurrar mientras buscaba la palabra perfecta o la imperfección justa para una rima precisa.
No soy una poeta. Tampoco lancé botellas al mar con la ilusión de que alguien un día las recogiera; solamente he dejado notas en bolsillos ajenos sin esperanzas ocultas, apenas por el placer de semejar posibilidades narrativas a vidas grises.
Neruda, jamás he publicado un libro. Pero me dejaba estar horas delante del mar inventando nubes, alegrías o platillos para el alma. Horas, Neruda, horas.

No he cambiado el rumbo de la humanidad, pero he estado siempre muy atenta a los designios misteriosos que ordenan las piezas invertidas o contrarias en la vida de uno. Te podría describir olores escondidos entre las piedras del camino. O los sabores de atardeceres olvidados, cálidos y húmedos, preciosas sinfonías silenciosas del cotidiano. Te podría dibujar sonidos demasiado agudos en el comportamiento de algunos amigos o recitar momentos del más bello y puro dolor. Todo eso lo hice, Neruda, mientras cuidaba de algunas violetas, de una orquídea blanca y de un olivo enano. Mientras cocinaba para gentes alrededor, fijaba si las sábanas seguían limpias, si entraba luz por la cortina de la sala. Si todavía mi rostro aparecía en el espejo.

A veces, había demasiado polvo en la cama. Los inviernos casi congelaban el vidrio de la terraza y ya no tenía fresas en la nevera. Aún así, Neruda, aún así no he dejado de coser pequeños sueños y detalles para los vecinos.

Pues sucede que un día me sentí cansada de ser mujer. De cargar senos, útero, vagina, uñas largas, nalgas aparentes. Cansada de ser mujer, de esa sensibilidad que me hace llorar con un reencuentro, enamorarme de la luna. Cansada de escuchar otras mujeres en sus búsquedas tan arquetípicas y casi histéricas. Cansada, yo misma, de ser histérica – o agresiva, o romántica, o delicada, o celosa. Sucede que el sentimiento ya no pasa. Que me siento cansada de los fragmentos de Eva, Lilith, Medeia, Penélope, Helena, Madalena… que componen mi cuerpo y mi corazón. Estoy cansada de ese cuerpo, de ese corazón. No, Neruda, no quiero enfrentar las mañanas calientes con una falda corta y deseos infinitos. No suporto más la satisfacción en devorar una sandía o la necesidad de tanto, tanto, tanto silencio.

Hay demasiado ruido en el mundo – y yo me siento cada vez más excluida, encarcelada, insultada, violada. Sucede que el cansancio puede ser vigoroso y insomne y llegar a convencerme de que soy exageradamente ligera para el peso de la feminidad. Parece que no hay lugar para un simple baño de sol sin pensamientos ni hablas.

Pues poco a poco empecé a guardar mis trozos de silencio reprimidos en frases y párrafos inadvertidos. Con el tiempo ellos se volvieron cuentos y poemas traviesos, trabajados con la paciencia de un monje, con la soledad de un eremita, con la solicitud de una hembra salvaje.

¿Quien los leerá, Neruda? ¿Cuando se los leerán?
No sé, y la respuesta poco me importa. Sucede que estoy cansada de ser mujer, pero tampoco sé existir de otro modo. Y escribo a fin de evitar que mis silencios mueran, escribo sin que el mundo sepa – solo así ellos sobreviven, solo así puedo yo vivir.


quinta-feira, 3 de março de 2011

goteo, goteo

Viento frío. Lluvia que no para. Por favor, lluvia, déjame en paz un rato. Gotea. ¿Quién habrá dejado la llave abierta? Gotea. Gotea. Gotea desde mi vaso tumbado sobre la mesa. Pero el vaso está seco desde hace tiempos. Agua. Hoy el mundo es pura agua – adentro, afuera, entre mis piernas, por mi boca, explotando desde mis ojos. Agua que escoge por mis mejillas calientes y rojas. Agua dulce, agua salada. Gotea. Goteo yo. Lágrimas. Viento frío. Noto que la orquídea ya perdió una de sus flores. Qué triste, pero así es. Noche. Oscuridad. Y las gotas.

*
*
*

Una, dos, diez, miles, millones.

* * *

No respiro. Me ahogo a los poquitos.
El mundo ya se volvió un gran océano de llantos nuevos, antiguos, futuros, inventados e imprecisos. Un océano que me traga – me traga por la mitad, siempre la mitad, chupa mi alma y me devuelve mero cuerpo, cuerpo desnudo y marcado, cuerpo desnudo y helado, me devuelve mero cuerpo a una de las tantas arenas débiles de continentes duros y infértiles de una humanidad miedosa.

“ ”

Ele já não me vê.
Il n’est plus là. Il y était. Il y sera de nouveau?
Ele sabe que estou aqui. Quase comete uma indisciplina. Deixa escapar um cumprimento breve. Desenha uma brisa e se vai. E se vai.


* * *
No te vayas, yo diría.

Frío. Viento. La calefacción está prendida. Un boceto de sonrisa. Hay música lejos, lejos – chispa, lámpara, fuego. Pero gotea. Gotea. Mareo. Cuento las gotas hasta que venga el sueño.

*

*

*

Y cuando cierro las cortinas, te veo pasar apresurado por las calles tuyas de siempre sin mirar al lado pero con las cejas cerradas, con los labios apretados, con un pensamiento rebelde y huidizo.
Pois é, você não me vê.
Mas me escuta.

Así que goteo.
Goteo intermitente. Compito con el mar, evaporándome al revés. Lluvia. Frío. Y, mientras, te evaporo suavemente hasta.
“ ”

*
*
*

Je t’en prie.