segunda-feira, 22 de dezembro de 2008

::: chispa! ::::

Para Leo, porteño querido



La lluvia no paraba y yo me sentía aún más preso.
Preso a la vida y a mis compañeros, como un poeta brasileño* había dicho cierta vez.
Preso a mis discursos de siempre, ella me había dicho.
Se había dicho demasiado.
También yo ya había dicho tanto… siempre diciendo tanto.

Pero aún preso.
Ahorita la culpa era de la lluvia, ayer era la jefa, mañana sería el jefe, siempre ellos. Siempre gente ajena los culpables. Los capitalistas, el mercado, gobiernos y empresarios, los despiertos y los ignorantes. Culpable… Yo mismo, en verdad. También eso yo ya me había dicho. También eso…

Pero había una chispa. Una chispa fuerte, caliente y bella.
Una chispa encendida aún que yo no me diera cuenta. Una chispa de algo grande, que yo había tocado y todavía no comprendía. Una seguridad de que no estaba solo y de que no era un chiflado por mis sueños revolucionarios, por mis ganas de cambios, por mis deseos de volar y volar y volar cada vez más lejos de la explotación de corazón y mentes que mi inocente sensibilidad captaba. Volar y volar y volar cada vez más cercano de mí mismo aunque fuera acto doloroso, más cercano de mis compañeros aunque eso me exigiera una tolerancia para la cual todavía no me encontraba listo, volar y volar y volar en acto puramente creativo sin someterme a las reglas-arregladas-de-una-sociedad-aburrida-y-pasiva.

Yo me había dicho eso? Sorpresa.
Y la chispa, la chispa crecía y me rellenaba de fuerza.
Pero los cárceles de la vida cuotidiana… mi miedo, mis miedos todos, la maleta de sentimientos antiguos, de antiguos intentos…
La chispa, la chispa.
Y mis pies ligeros, pies calzados de Havaianas blancas, pies de paz, de sueño.
Pies que no tenían miedo! Mis pies!

Caminemos, entonces. Y juntos caminamos un poco. Minutos, horas, días, semanas, no importa. Caminé. Los tres tomos del Capital de Marx que no pesaban nada en mis brazos, porque eran los brazos míos… Ella estaba allá, ellas estaban, ellos también, mis compañeros...

La lluvia.
Esa lluvia que no apaga la chispa, porque la chispa está. Simplemente está. Nadie ni nada la apagará.
Salgamos a la lluvia, ella dijo.
Si fuera hoy, le contestaría sí. O mejor: ni contestaría. Saldría. Simplemente saldría. Y volaría aún más alto, por no sentirme sólo. Por no sentirme encerrado. Por sentirme acompañado. Por sentirme caliente de esperanza y energía.

No más dichos. Actitudes ahora.
Mi sonrisa ya me llevaba para otros cantos…


* Carlos Drummond de Andrade

Um comentário:

L e p i z disse...

hihi ! ¿como vas? .... bueno pisando el mismo piso que pise ayer te deseo los mejores deseos para estas fiestas un abrazo muy grande! que todo te vaya super bien!