domingo, 11 de janeiro de 2009

Era una vez un soñador

(MFV, 2008)



Para Felipe,
por el documental que nos elegió y no lo hicimos


Era una vez un soñador, que caminaba por La Habana como si estuviera volando. En realidad, él volaba, volaba lejos, pero estaba siempre tan presente. Era él, simplemente era. No buscaba nada, la vida era quien lo buscaba a él.

Las chicas: sospiros.
Los chicos: compadre!
La ola del Malecón: qué onda?

Hubo una tarde en la cual habló de amor. Los ojos, los ojos estaban descubiertos y tristes. Había una frase no dicha que se perdió en el pecho una o otra vez. Una duda, una indecisión, el reconocimiento de un entonces?
Quien sabrá?

Tranquilo, flotaba por imágenes reales y otras ni tanto. Contaba sus segredos a la cámera, ni siempre sorda esa cámera, registrando mucho más que encenas de afuera. Era él propio ahí. Con o sin música. Con o sin papel higiénico. Con la rica pizza de Bejucal, sin el miedo del mundo. Siempre con la habitación de muñecos de su casa. Sin una cierta mezcla muy suave de angústia y añoranza que le apretaba la voz cuando estaba muy despierto. Preferia, a menudo, soñar.

Cierta vez, dijo que iba tomar un avión. Cargaba un diploma, una camisa blanca, lentes oscuras. El pelo llargo, un aire de broma casi queriendo salir.
Jamás fue visto.
Y ya no sé escuchó más notícias de él.

Pero cuando aún es madrugada y mis alas todavía tienen fuerza, desde arriba lo puedo identificar en tranvías que ya se perdieran en el tiempo, caminando despacio hacia rutas que lleban hasta donde, hasta el horizonte.

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