Y un día estás ahí, terminando de pintar un cuadro, en duda si eliges el lila o el morado – que la gente apresurada siempre dice que da igual, que es como usar sinónimos en poesía, que uno no si da cuenta, que es un preciosismo de artista, que a la vida real poco le importa eso de diferencias sutiles o tonos hermanos –, y entonces estás ahí, terminando de pintar un cuadro, un cuadro que fue costoso de empezar, todas esas mezclas de tintas que olían a recuerdos ni siempre amables, los pinceles novedosos y por veces rebeldes, estás ahí intentando avanzar en las texturas y el lienzo que te pide más y más entrega, y consume más y más tinta, no sabes si te metes entera, si usas acrílico o óleo o pasteles, si todo, si nada, estás ahí delante de esa pintura tan densa y no avanzas, lloras, tienes hambre, quieres dejar todo y salir volando del balcón, te olvidas de las horas, ensucias los dedos de tinta amarilla cuando tu tono interno es azul, ya pareces crear algo nuevo cuando quieres simplemente borrar equívocos, pides perdón al sol por te estar donando tanto a las estrellas en los últimos días, te entregas al mar cuando la temperatura se vuelve más calida, y sigues con los no-dibujos, te sientes compartiendo puros sueños con el lienzo, te deshaces de las medias cuando te pones de rodillas para regalarle a la pintura un efecto de luz, tu propio efecto te afecta, necesitas de música y silencio alternándose vorazmente, ahí estás con tu cuadro, es tuyo y no es, te ves desnuda en él, completamente, totalmente, te ves en los ojos de él, buscas aquel azul que es suyo, sientes el olor de hombre que sales del cuadro, paras la pintura para estar con él durante un rato, mirándole, mirándole, indagándole en silencio por que se va, por que se va justamente cuando, el cuadro también te pregunta: por que te vas si no me has terminado, tu vuelves y lo terminas, terminas una botella de vino, terminas la sed antigua porque ya has encontrado una fuente nueva, y mientras estás ahí, terminando de pintar aquel bendito cuadro, en la duda a veces banal entre el lila y el morado, en la duda a veces crucial entre el dulce o el amargo, estás ahí con las rodillas jodidas, las medias rotas, el cuerpo ardiente del amor hecho recientemente, los dedos sensibles de tanto color, de tanto ardor, los labios llenos de ternuras, oídos en franco aprendizaje de las sonoridades embarazadas y también de las brumosas, entonces estás ahí, terminando el cuadro, es día, hace calor, tienes un poco de frío y no sabes por qué, estás ahí, sintiendo la vida que te brota como flor en tus senos, en tus manos, entre tus piernas, entre tus brazos, pura recreación enamorada del existir, estás ahí
terminando
aquel cuadro
hace calorcito afuera
mantienes las cortinas aún cerradas sin que sepas el por qué
cuando te llega el mensaje.
El cuadro todavía hace sentido, hace mucho sentido, el cuadro eres tú, pero el cuadro que casi está terminado, el cuadro aún inconcluso, la pintura que es tan tuya tiene de incorporar el hecho de que ella, la joven amiga, ya no existe más en ese mundo de las cosas concretas y palpables. Que ella, la joven amiga, tiene que virar luz, tono, color, sombra, brillo, retomar vida otra sob tus pinceles.
¿La muerte es lila, es morada, es negra, es blanca, es acrílica, o se pinta con óleo?
Tus rodillas te joden, tu no te olvidas de la presencia de él en tu cuerpo, no sientes sed ni cansancio, ya no te importa si no hay más blanco, pero es inevitable que ahora las lagrimas se caigan sobre las tintas volviéndolas acuarelas, rellenándolas de esperanza triste.
¿Por que moriste?, preguntas al viento indeciso de irse o de estar y abrazarte. Nadie sabe. Derrumbas un vaso, un suspiro, migajas de pan nuevo, gotas de tinta en el piso. Puro rojo sucio, puro sentimiento neblinoso. Agradeces a ti misma por creer en Díos. Y en el misterio. Y en el amor. Por pintar.
Y entonces pintas el cuadro con mucho más pasión, como si el lienzo fuera tu corazón aturdido, desconcertado, descompuesto, humano, sublime. Tú pintas el cuadro más sincero de tu vida porque lo cargas de verdad, de la verdad de que la vida es noche de amor y mañana de duelo, tarde de calidez y sonoridad, silencio y reflejo, dobles y únicos, contradicciones, la vida es lila y morado todo junto, todo a su vez, un work-in-progress casi siempre terminado.
Casi siempre terminado.
Pero que se termina. Pero que sigue continuando, redundante, petulante, desafiante: la vida y tu cuadro. El cuadro de tu vida. Tú misma delante de la vida y de tu cuadro. Ahí estás.
*
Y un día estás ahí terminando de pintar un cuadro, otro. Y...