domingo, 21 de abril de 2013

travessões


Não suma.
Não fuja.

Não se assuste.
E, então, naquela quase-madrugada fresca e ligeiramente embevecida, naquele momento em que certas coragens etílicas se faziam tão aparentes, nos despedimos.

Depois, o óbvio: nos assustamos com nós mesmos. Fugimos. Sumimos. Desaparecemos.

Sentimentos interditos brotaram, a princípio tímidos, gradativamente intransigentes. Fiquem tortos em seu canto, tem dito a razão. Tortos e inertes. Não nasçam, não cresçam, não se desenvolvam. Desafiem a lei da vida; abortem-se. Os afetos são surdos. Os afetos são irracionais. Petulantes, provocam todo o tempo a ordem estabelecida, reviram ralos e remos, riscam discos e desafinam os cânticos. Estão aí, sobreviventes, beligerantes, em franca travessia e invasão de fronteira. Por que não?

Somos duas mulheres, somos dois homens. A questão é que sempre coincidimos. Quando somos mulheres, o somos as duas. Quando somos homens, o somos os dois. Assim, nunca estamos uma mulher e um homem. Por isso, a impossibilidade. Mas vá dizer aos afetos, vá explicar-lhes como as coisas funcionam no mundo prático, pragmático e viável. Os afetos simplesmente encontraram uma brecha e soltaram-se.

A vontade era ficar apenas a seu lado, em silêncio. Receber um abraço seu. Ouvir, ouvir, falar, falar, tocar. A vontade era provar de novo esse sentimento de saciedade num peito tão insatisfeito.
Não suma.
Não fuja.

Estou muito assustada.

domingo, 17 de fevereiro de 2013

miradas


Nos quedábamos ahí, más o menos sin rumbo, en búsqueda de cualquier cosa que hiciera sentido en noches cálidas o mañanas frías. Pucha, qué cliché, decíamos, culpa siempre del vino y del amor. Pero no me amas, yo me acordaba, y casi ya no hay vino. Qué importa, vaya, mira al mar, por las arenas de la Barceloneta todavía se encuentran rastros de todos los amantes que vinieron antes de nosotros. Pero ya no me amas, yo intentaba acordarme, y has bebido todo el vino. Qué importa, ¿por que te preocupas tanto?, qué importa si ahora llove, si nuestras espaldas se ponen resbaladizas, tú has cambiado tanto y – ¡híjole! – mira,  de verdad, ya te veo tan escurridiza. Nos quedábamos allá, menos o más sin rumbo, esperando que viniera el sol o las estrellas, lo que hubiera llegado antes. Pucha, de nuevo, vuelves con esas palabras sin nexo, hay tanto lo que no hacer y lo haces todo, te olvidas, no me cierres tus ojos. Las gentes y sus bicicletas volaban cerca de nosotros, ya éramos otros, caray, el tiempo, siempre el tiempo, otro cliché! El tema es que nos habíamos vuelto clichés, me daba cuenta con tristeza. Era una lástima, como no estar cerca de aquel rostro, como alejar de él mi corazón, olvidarme de los besos y de los barquitos de papel. Había mucha vida siempre alrededor, a las nueve de la mañana, a las tres de la misma mañana, a las diez de la noche, a las siete de la tarde – porque allá la noche llega siempre con retraso.

Echo de menos las horas en que nada era muy complicado y nos sentíamos libres, yo me sentía libre, había vino y tanto amor.

Extraño.
Añoro.

Saludos, pero ahora me voy.